martes, 15 de diciembre de 2009

TRABAJOS PREMIADOS EN EL III CONCURSO DE MICRORRELATOS FRANCISCO VILLAESPESA


PRIMER PREMIO
 





Ella que dice que esta “chocha”…



…ya que se le olvidan muchas palabras, como nombres de cosas, lugares, personas…

Nos encontramos en ese lugar de paredes blancas con los bajos en verde, sin decoración, con muchos cables, maquinaria… donde las horas se hacen eternas, las preguntas que me hago son tantas y las respuestas tardan demasiado en ser contestadas.

Cada vez que entra una “bata” blanca, pienso ¿qué ocurrirá ahora? diciéndome a mi misma que no pasa nada, todo va ha terminar bien.

Ella sigue perdiendo la memoria y las formas, ¡lo pierde todo! excepto su nombre ya que se lo pregunto para hacerle recordar, y ya jamás pierde su nombre.


Me dice; hija mía cuando nos vamos ¡estoy cansada de estar aquí!, yo con el alma en un puño le digo; pronto nos vamos a casa, quédate tranquila.
                                                                                                          María Jesús Jiménez Ruiz




SEGUNDO PREMIO
 








Más allá de los seres queridos 

Las fuertes lluvias produjeron un amplio y profundo hoyo en las proximidades de un colegio, que suponía para los niños un riesgo de caer en él y romperse una pierna.
El hecho fue comentado y discutido en el Ayuntamiento, juntas de barrio... pero no se pusieron  de acuerdo sobre quién debía taparlo.
Pasaron un par de semanas y el hoyo seguía sin tapar, y los niños seguían corriendo peligro. Llegó al pueblo un nuevo vecino que se llamaba Simón que al enterarse de lo que pasaba lo arregló él mismo en un par de jornadas.
Las demás personas del pueblo expresaban su extrañeza, pues él no tenía hijos en el colegio, ni la casa cerca...le llamaban "el extraño". Una vecina cotilla le preguntó por qué lo hizo y él le contestó: todos los niños son mis hijos, y ya jamás pierde su nombre.


Alberto Álamo Fernández


TERCER PREMIO

 





Una odisea


Ayer le vi, regresó a Itaca, pero estaba algo perdido, absorto.

-Ulises, -le llamé-. ¡Aquí! ¿Qué te pasó?

- No sé, -me contestó- ¿Dónde está?

- ¿Quién? -le pregunté-.

- No sé, lo olvidé… no consigo recordar como se llamaba, no logro acordarme de su nombre.
               
- Yo te lo recordaré. Su nombre es: ¡Penélope!. ¡Penélope! –le repetí-. Recuerda, no lo debes borrar de tu memoria. Tal es el caso que estoy seguro que así, como se lo dije, él lo inmortalizará, porque le argumenté que ella es una mujer genial. ¿Recuerdas?

- ¡Penélope! pensó. ¿Cómo podía recordarla después de tanto tiempo? Y a la vez, ¿cómo podía haberla olvidado? Ella seguía allí donde queda aquello que no puede borrarse y ya jamás pierde su nombre. ¡Penélope!.

Esa misma tarde volvieron a reencontrarse. Ya no podría abandonarla, no podría volver a olvidarla.

  Ana Navarro Puertas






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